Aquellos buenos modales
Rosa Montero es escritora y periodista. Visceral y apasionada.
Nació en Madrid en 1951.
Entré en simpatía con ella cuando leí una posición suya respecto del trato que se le da a los inmigrantes en Madrid.
Decía en aquel artículo que el inmigrante –en términos generales- es alguien que empujado por una mala situación tuvo el coraje de abandonar su país para continuar la vida lejos de su hogar.
Por ello el inmigrante viene con la voluntad de trabajar. Está dispuesto a hacer.
Pero nosotros desconfiamos de él, apuntaba.
No le damos cabida en Madrid. Lo empujamos a las orillas, lejos de la ciudad.
Allá se va a vivir, con su pobreza, con su mujer y sus hijos.
Se lo convierte en un marginal.
Luego justificamos nuestro odio clasista.
Rosa Montero proviene de una familia de clase media-baja.
Sufrió tuberculosis y estuvo cuatro años postrada.
Fue al colegio recién a los nueve.
Los libros fueron sus compañeros de aquellos largos años de recuperación.
Menciono sólo algunos de sus libros.
Las novelas ‘Crónica del desamor’, ‘Te trataré como a una reina’, ‘La hija del caníbal’, ‘La loca de la casa’, ‘El rey transparente’, ‘Instrucciones para salvar el mundo’.
Ha escrito, además, novela juvenil, cuentos infantiles y relatos.
En mi caso me inclino por los ensayos: ‘Historia de mujeres’, ‘Entrevistas’, ‘Pasiones’, ‘Estampas bostonianas y otros viajes’ y ‘Lo mejor de Rosa Montero’.
Ha recibido premios en España, Chile e Italia.
Es columnista exclusiva del diario ‘El país’ de Madrid.
Su página oficial: ‘www.rosa-montero.com.es’.
Ha dicho que muchas veces un libro de indiscutido prestigio se nos antojó un pestiño, o que una novelita ampliamente denostada nos proporcionó unas horas felices. Esa es la maravillosa magia de la lectura.
Todo ello para confesar que leyó los siete libros de la saga de Harry Potter.
Los que más le gustaron fueron ‘El prisionero de Azkabán’ y ‘El cáliz de fuego’, y que J. K. Rowling ‘es un pedazo de escritora’.
Estaba hablando ‘de grandes libros que algunos creen pequeños’.
Vamos al título de este escrito, con una reflexión que la escritora saca de una anécdota cotidiana.
Llamó a la nota ‘Aprendiendo modales en el supermercado’.
Es de finales del año pasado.
Cuenta que una amiga suya estaba haciendo cola en un supermercado de Madrid y al llegar a la caja dijo ‘Buenas tardes’. La cajera, ocupada y sorprendida, le contestó con su suave acento ecuatoriano ‘Ay señora, perdone, buenas tardes. Es que una termina perdiendo los modales’.
La cajera le contó que cuando llegó a España ‘hace cinco años’ no la saludaban, no le pedían por favor, no le daban las gracias.
‘Más de una vez me saltaron las lágrimas’. Al principio pensaba que estaban enfadados con ella. Luego vio que eran así.
Asegura la escritora ‘nuestra grosería se ha convertido en un rasgo idiosincrásico’.
Recuerda que en su infancia le enseñaban a saludar, a dar las gracias, a ceder el asiento del autobús a las embarazadas, en sostener la puerta para dejar pasar a un incapacitado.
Usos corteses, que se fueron construyendo a lo largo de siglos para facilitar la convivencia, están desapareciendo con el huracán del desarrollo económico y una supuesta modernización de las costumbres.
Los buenos modales, agrega, son como una gramática social que nos enseña el lenguaje del respeto y la ayuda mutua.
‘En esta educación de la mala educación’ quienes naturalmente aprenden más de prisa son los niños.
En los supermercados, por fortuna, asegura Rosa Montero, ocurre lo contrario.
En las colas de estas tiendas, con las dulces, amables y educadas cajeras latinoamericanas, que siguen insistiendo en dar los ‘buenos días’, en pedir ‘por favor’ y decir ‘gracias’ están dando un cursillo acelerado de educación cívica.
Nació en Madrid en 1951.
Entré en simpatía con ella cuando leí una posición suya respecto del trato que se le da a los inmigrantes en Madrid.
Decía en aquel artículo que el inmigrante –en términos generales- es alguien que empujado por una mala situación tuvo el coraje de abandonar su país para continuar la vida lejos de su hogar.
Por ello el inmigrante viene con la voluntad de trabajar. Está dispuesto a hacer.
Pero nosotros desconfiamos de él, apuntaba.
No le damos cabida en Madrid. Lo empujamos a las orillas, lejos de la ciudad.
Allá se va a vivir, con su pobreza, con su mujer y sus hijos.
Se lo convierte en un marginal.
Luego justificamos nuestro odio clasista.
Rosa Montero proviene de una familia de clase media-baja.
Sufrió tuberculosis y estuvo cuatro años postrada.
Fue al colegio recién a los nueve.
Los libros fueron sus compañeros de aquellos largos años de recuperación.
Menciono sólo algunos de sus libros.
Las novelas ‘Crónica del desamor’, ‘Te trataré como a una reina’, ‘La hija del caníbal’, ‘La loca de la casa’, ‘El rey transparente’, ‘Instrucciones para salvar el mundo’.
Ha escrito, además, novela juvenil, cuentos infantiles y relatos.
En mi caso me inclino por los ensayos: ‘Historia de mujeres’, ‘Entrevistas’, ‘Pasiones’, ‘Estampas bostonianas y otros viajes’ y ‘Lo mejor de Rosa Montero’.
Ha recibido premios en España, Chile e Italia.
Es columnista exclusiva del diario ‘El país’ de Madrid.
Su página oficial: ‘www.rosa-montero.com.es’.
Ha dicho que muchas veces un libro de indiscutido prestigio se nos antojó un pestiño, o que una novelita ampliamente denostada nos proporcionó unas horas felices. Esa es la maravillosa magia de la lectura.
Todo ello para confesar que leyó los siete libros de la saga de Harry Potter.
Los que más le gustaron fueron ‘El prisionero de Azkabán’ y ‘El cáliz de fuego’, y que J. K. Rowling ‘es un pedazo de escritora’.
Estaba hablando ‘de grandes libros que algunos creen pequeños’.
Vamos al título de este escrito, con una reflexión que la escritora saca de una anécdota cotidiana.
Llamó a la nota ‘Aprendiendo modales en el supermercado’.
Es de finales del año pasado.
Cuenta que una amiga suya estaba haciendo cola en un supermercado de Madrid y al llegar a la caja dijo ‘Buenas tardes’. La cajera, ocupada y sorprendida, le contestó con su suave acento ecuatoriano ‘Ay señora, perdone, buenas tardes. Es que una termina perdiendo los modales’.
La cajera le contó que cuando llegó a España ‘hace cinco años’ no la saludaban, no le pedían por favor, no le daban las gracias.
‘Más de una vez me saltaron las lágrimas’. Al principio pensaba que estaban enfadados con ella. Luego vio que eran así.
Asegura la escritora ‘nuestra grosería se ha convertido en un rasgo idiosincrásico’.
Recuerda que en su infancia le enseñaban a saludar, a dar las gracias, a ceder el asiento del autobús a las embarazadas, en sostener la puerta para dejar pasar a un incapacitado.
Usos corteses, que se fueron construyendo a lo largo de siglos para facilitar la convivencia, están desapareciendo con el huracán del desarrollo económico y una supuesta modernización de las costumbres.
Los buenos modales, agrega, son como una gramática social que nos enseña el lenguaje del respeto y la ayuda mutua.
‘En esta educación de la mala educación’ quienes naturalmente aprenden más de prisa son los niños.
En los supermercados, por fortuna, asegura Rosa Montero, ocurre lo contrario.
En las colas de estas tiendas, con las dulces, amables y educadas cajeras latinoamericanas, que siguen insistiendo en dar los ‘buenos días’, en pedir ‘por favor’ y decir ‘gracias’ están dando un cursillo acelerado de educación cívica.
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