César Vallejos (I)

‘Hay golpes de la vida, tan fuertes… ¡yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
La resaca de todo lo sufrido
Se empozara en el alma… ¡yo no sé!
Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
En el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.

*** *** ***

César Abraham Vallejo Mendoza, nació en Santiago de Chuco, pequeña población andina del Perú, el 16 de marzo de 1892.
Narrador, periodista, poeta ‘del dolor humano’.
Era el onceno hermano de una familia donde se habían mezclado los linajes chimúes y españoles.
Su padre era el notario de un pueblo mayoritariamente analfabeto, donde la palabra adquiría un enorme poder.
Contaba Vallejo que en época de su niñez, el campanero de la iglesia de Chuco era un hombre ciego que temía a la obscuridad y cruzaba el pueblo, por las noches, al conjuro de ‘No tengas miedo, Santiago, no tengas miedo!’.
Hizo la primaria en su pueblo. Tuvo que trasladarse a San Nicolás de Huamachuco, para realizar los estudios secundarios.
En esta ciudad enclavada en la Sierra de la Libertad, en el norte peruano, Vallejo estudia y trabaja. Se emplea en una oficina de una empresa minera y luego en una plantación azucarera.
Allí descubrió que los obreros estaban virtualmente presos y el pequeño burgués intermediario se ponía más cerca del patrón que de los peones.
En su novela ‘El tungsteno’ de 1931, el protagonista es un joven Benítez -apellido de su abuela- que se costea los estudios trabajando en una minera.

Se matricula en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional de Trujillo.
Estudios que tuvo que abandonar por falta de dinero.
Vuelve a su pueblo.
En 1913 retorna a Trujillo. Trabaja como preceptor y toma horas cátedras en un colegio secundario.
Se introduce en la lectura de autores románticos y modernistas, y toma contacto con jóvenes que luego fundarían el primer partido político de orientación popular, en Sudamérica.
Viaja a Lima, luego de un desengaño amoroso, por el cual intentó suicidarse.
En 1918 muere el director del Colegio Barrós de la capital peruana, donde Vallejo trabaja y queda cargo de la dirección del plantel.
Tiene una relación amorosa con Otilia Villanueva que termina en escándalo. Pierde el trabajo.
Otilia es la inspiradora de algunos poemas de ‘Trilce’
Al año siguiente publica ‘Los heraldos negros’.
En Lima transcurre, para Vallejo, la época de su transformación intelectual y ética.

Para 1920 no podía superar la muerte de su madre, acaecido dos años atrás, y retorna a Santiago de Chuco.
Estando en su ciudad natal ocurre el incendio y saqueo de una vivienda.
La policía lo acusa injustamente, es apresado, fue condenado a cuatro meses de cárcel.
Privado de su libertad aprovechó para escribir los poemas de ‘Trilce’ y los relatos de ‘Escalas melografiadas’.
‘Trilce’ anticipó el vanguardismo posterior de las décadas del 20 y 30.
Llevó ‘la lengua española a límites insospechado’ diría el escritor Antenor Orrego.
Sus técnicas se adelantaron a los movimientos ‘dadá’ y ‘surrealista’, y a algunos escritos de Vicente Huidobro y de James Joyce.

En 1923 convencido del provincianismo de su país viaja a Europa.
Se fue para no regresar jamás.
En París padeció hambre y enfermedad. Durmió a la intemperie.

Recién para 1925 comienza a trabajar en los Grandes Periódicos Latinoamericanos y escribe para dos revistas limeñas.
Logra la reedición de ‘Trilce’ en español. Funda junto a otros poetas europeos una revista literaria. Su nombre aparece en los catálogos de la nueva poesía americana.

En 1928 comienza interesarse por las cuestiones políticas-sociales.
Es el año en que realiza su primer viaje a Rusia.
Retorna a la capital francesa y funda la representación parisina del Partido Socialista del Perú.

En 1929 se une a la francesa Georgette Marie Philippart.
Con ella viaja por segunda vez a Rusia y visitan además ciudades de Alemania, Polonia, Checoeslovaquia, Hungría e Italia.
Sus desbordes emocionales encuentran dos estabilizadores: Georgette y el partido comunista.
Aunque reconocía que el marxismo ‘con una mano alimenta al escritor y con la otra tarja y corrige la producción intelectual según las conveniencias políticas’.
Por ello decía que podía simpatizar con la Revolución como hombre pero no como artista.
Identificado como miembro del PC es expulsado de París.
Se instala en Madrid.
Estamos en 1936. Conmovido, Vallejo, por la Guerra Civil Española, colabora con la causa republicana.
Se relaciona con Miguel de Unamuno, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Gerardo Diego.
En la capital española se publica ‘Rusia en 1931’ y ‘Reflexiones al pie del Kremlin’ que tuvo tres ediciones en cuatro meses.
No le editan ‘Paco Yunque’ porque lo consideraban muy triste.
Forma parte del Congreso de Escritores (europeos y americanos) Antifascistas.
Coopera con el Comité Iberoamericano para la defensa de la República española, de donde se alejará por diferencias con Pablo Neruda, a quien considera demasiado demagógico.

Los republicanos españoles ya caían derrotados.
Vallejo, partiendo de la analogía entre España y sus hijos y una clase de alumnos sin maestra, escribe, para que los niños no sucumban al miedo ante la desprotección,
Si tardo,
Si no veis a nadie, si os asustan
Los lápices sin punta, si la madre
España cae –digo, es un decir-
Salid, niños del mundo; id a buscarla!’
(Fragmento de ’España, aparta de mí este cáliz’)

En 1937 está terminando ‘Poemas humanos’ y ‘España, aparta de mí este cáliz’ y una obra de teatro de tema incaico ‘La piedra cansada’.

1938 lo encuentra en Paris trabajando como catedrático de Lengua y Literatura.
Está agotado. Había escrito sin descanso como si supiera que le quedaba poco tiempo.
El 14 de marzo es internado por una enfermedad desconocida.
Muere sin diagnóstico el 15 de abril de 1938.
Era viernes santos.
Un día de llovizna gris en París.
Lo sepultaron en Montrouge.
El 3 de abril de 1970 Georgette trasladó sus restos al cementerio de Montparnasse. Cumplió uno de los sueños del poeta.
Escribió en su epitafio ‘He nevado tanto, para que duermas’.

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