Haití
Pobre Haití.
Con el inicio del año fue noticia con el lamentable terremoto que sacudió Puerto Príncipe.
Como si fuera poco ‘para solucionar los problemas’ post-catástrofe, entró EEUU a su territorio.
En realidad los norteamericanos tienen presencia militar en el país desde mucho antes.
Haití, con una población de 9 millones de habitantes, es un país sacudidos hace décadas por otros terremotos.
De hecho es el más pobre de América.
La corrupción es rampante: el sistema judicial es una asignatura pendiente; el gobierno, cuya presencia es invisible, se ha olvidado de los más necesitan.
Hay más médicos haitianos en Montreal que en Puerto Príncipe.
El retrato surge de una investigación hecha el año pasado por el escritor nicaragüense Sergio Ramírez, que viajó varios días por este pequeño país lleno de vaivenes y falta de futuro.
‘Lo que impresiona, más que la miseria, es la normalidad con que la gente convive con ella’.
Ramírez pinta la situación educacional.
Sólo la mitad de la población en edad escolar asiste a la escuela.
La educación, en su mayoría privada, en manos de laicos, órdenes religiosas e iglesias protestantes, cuesta unos 25 euros por alumno.
El estado también cobra en sus escuelas públicas.
Miles de padres invierten en educación porque ven en ella la única luz para salir del túnel de la miseria.
El 60% de la población del país, que vive con un dólar por día, les es imposible pagar la educación de sus hijos.
El estado tampoco se pone al frente de la salud.
De hecho el 90% de los servicios médicos está en manos privadas.
Los pudientes van a Miami.
Si el índice de muerte de mujeres por parto en Canadá es 3 por cada 100 mil, en Haití es 600 por cada 100 mil.
El cineasta Arnold Antonin le contó a Ramírez que Puerto Príncipe era una capital estética, apacible, con poca población, bellos paseos, hermosas avenidas e imponentes edificios.
Duró hasta que llegó el dictador ‘Papa Doc’ Duvalier.
Con la creciente pobreza rural, la gente del campo se trasladó a las orillas de las grandes ciudades.
La deforestación, los huracanes, las maquilas, el Tratado de Libre Comercio con EEUU, acabaron con lo que quedaba de agricultura local.
Otro flagelo son las pandillas juveniles.
Nacieron -dice- como milicias populares, las temidas Chiméres (quimeras) organizadas para sostener el poder de Arístides.
Luego fueron muy golpeadas y diezmadas. Los que quedaron sobreviven sembrando el terror, algunas fieles a Arístides, otras se vende a cualquier partido político, incluso a los narcos.
Ramírez, vestido con chaleco de Médicos sin Fronteras, ingresó al populoso barrio marginal de Martissant para pedir una entrevista con el jefe de una de las ‘quimeras’ del lugar, la cual no fue concedida. El joven jefe se hallaba escondido por haber matado, en esos días, a su más inmediato colaborador.
El escritor recorrió también la frontera con la república Dominicana y allí pudo ver que el bosque dominicano ha sido cruelmente desforestado.
Del lado de Haití nunca volvió a crecer nada.
Le contaron que los haitianos cruzaban, como braceros, a la zafra azucarera dominicana, y siempre discriminados.
En 1937 el generalísimo Trujillo, tan sanguinario como Duvalier, asesinó 20.000 haitianos que fueron lanzados a las aguas del río Masacre, que así se llamaba antes del masivo crimen.
El narcotráfico también conspira contra la estabilidad.
Haití es un paso privilegiado para el tráfico de drogas entre la Florida y Puerto Rico.
Ramírez anotó en su libreta de apuntes que en el 2004 el presidente del Senado y el jefe de la policía eran parte de los cárteles.
Una vieja amiga de Ramírez le dijo al despedirse que, sin embargo, hay esperanzas.
Para ella las esperanzas vienen de que todos se han dado cuenta que el país se puede perder.
La amiga de Ramírez lo dijo el año pasado.
Por entonces el terremoto no había matado más de doscientos veinte mil haitianos ni había dejado en la calle más de un millón de personas en la calle.
Los militares estadounidenses eran antes del sismo, unos 6.000.
Ahora hay más de 12.000 soldados norteamericanos altamente pertrechados, hay tanques de guerra, camiones, aviones de guerra y otros vehículos livianos.
En la próxima les hablaré de ‘La teoría del Shock’ de la canadiense Noamí Klein, y luego del Proyecto Haarp por el cual EEUU tiene el arma de producir terremotos, y las razones de tanta presencia militar estadounidense en el pequeño país. Un video ruso muestra como son patrulladas las calles de Puerto Príncipe y alrededores. El desplazamiento de los vehículos militares se no antoja más una guerra que una ayuda humanitaria.
Con el inicio del año fue noticia con el lamentable terremoto que sacudió Puerto Príncipe.
Como si fuera poco ‘para solucionar los problemas’ post-catástrofe, entró EEUU a su territorio.
En realidad los norteamericanos tienen presencia militar en el país desde mucho antes.
Haití, con una población de 9 millones de habitantes, es un país sacudidos hace décadas por otros terremotos.
De hecho es el más pobre de América.
La corrupción es rampante: el sistema judicial es una asignatura pendiente; el gobierno, cuya presencia es invisible, se ha olvidado de los más necesitan.
Hay más médicos haitianos en Montreal que en Puerto Príncipe.
El retrato surge de una investigación hecha el año pasado por el escritor nicaragüense Sergio Ramírez, que viajó varios días por este pequeño país lleno de vaivenes y falta de futuro.
‘Lo que impresiona, más que la miseria, es la normalidad con que la gente convive con ella’.
Ramírez pinta la situación educacional.
Sólo la mitad de la población en edad escolar asiste a la escuela.
La educación, en su mayoría privada, en manos de laicos, órdenes religiosas e iglesias protestantes, cuesta unos 25 euros por alumno.
El estado también cobra en sus escuelas públicas.
Miles de padres invierten en educación porque ven en ella la única luz para salir del túnel de la miseria.
El 60% de la población del país, que vive con un dólar por día, les es imposible pagar la educación de sus hijos.
El estado tampoco se pone al frente de la salud.
De hecho el 90% de los servicios médicos está en manos privadas.
Los pudientes van a Miami.
Si el índice de muerte de mujeres por parto en Canadá es 3 por cada 100 mil, en Haití es 600 por cada 100 mil.
El cineasta Arnold Antonin le contó a Ramírez que Puerto Príncipe era una capital estética, apacible, con poca población, bellos paseos, hermosas avenidas e imponentes edificios.
Duró hasta que llegó el dictador ‘Papa Doc’ Duvalier.
Con la creciente pobreza rural, la gente del campo se trasladó a las orillas de las grandes ciudades.
La deforestación, los huracanes, las maquilas, el Tratado de Libre Comercio con EEUU, acabaron con lo que quedaba de agricultura local.
Otro flagelo son las pandillas juveniles.
Nacieron -dice- como milicias populares, las temidas Chiméres (quimeras) organizadas para sostener el poder de Arístides.
Luego fueron muy golpeadas y diezmadas. Los que quedaron sobreviven sembrando el terror, algunas fieles a Arístides, otras se vende a cualquier partido político, incluso a los narcos.
Ramírez, vestido con chaleco de Médicos sin Fronteras, ingresó al populoso barrio marginal de Martissant para pedir una entrevista con el jefe de una de las ‘quimeras’ del lugar, la cual no fue concedida. El joven jefe se hallaba escondido por haber matado, en esos días, a su más inmediato colaborador.
El escritor recorrió también la frontera con la república Dominicana y allí pudo ver que el bosque dominicano ha sido cruelmente desforestado.
Del lado de Haití nunca volvió a crecer nada.
Le contaron que los haitianos cruzaban, como braceros, a la zafra azucarera dominicana, y siempre discriminados.
En 1937 el generalísimo Trujillo, tan sanguinario como Duvalier, asesinó 20.000 haitianos que fueron lanzados a las aguas del río Masacre, que así se llamaba antes del masivo crimen.
El narcotráfico también conspira contra la estabilidad.
Haití es un paso privilegiado para el tráfico de drogas entre la Florida y Puerto Rico.
Ramírez anotó en su libreta de apuntes que en el 2004 el presidente del Senado y el jefe de la policía eran parte de los cárteles.
Una vieja amiga de Ramírez le dijo al despedirse que, sin embargo, hay esperanzas.
Para ella las esperanzas vienen de que todos se han dado cuenta que el país se puede perder.
La amiga de Ramírez lo dijo el año pasado.
Por entonces el terremoto no había matado más de doscientos veinte mil haitianos ni había dejado en la calle más de un millón de personas en la calle.
Los militares estadounidenses eran antes del sismo, unos 6.000.
Ahora hay más de 12.000 soldados norteamericanos altamente pertrechados, hay tanques de guerra, camiones, aviones de guerra y otros vehículos livianos.
En la próxima les hablaré de ‘La teoría del Shock’ de la canadiense Noamí Klein, y luego del Proyecto Haarp por el cual EEUU tiene el arma de producir terremotos, y las razones de tanta presencia militar estadounidense en el pequeño país. Un video ruso muestra como son patrulladas las calles de Puerto Príncipe y alrededores. El desplazamiento de los vehículos militares se no antoja más una guerra que una ayuda humanitaria.
*** *** ***
Ramirez cita a Arístide en su texto.
Jean-Bertrand Arístides fue el primer presidente elegido democráticamente en la isla.
Se identificaba con la Teología de la Liberación.
Fue derrocado por EEUU de George Bush, en el 2004, a través de un golpe de estado.
Las maquilas o maquiladoras, son plantas industriales que se establecen en un pais con capitales extranjeros.
Empresas norteamericanas -dice un escrito de un diario español- controlan las maquilas haitianas y se las ha denunciados por ser antros de explotación, incluso muerte; allí se trabajan 70 horas semanales, pagan la mitad de lo establecido y existe mucha explotación infantil.
Por supuesto no respetan la naturaleza.
Hoy sólo queda el 3% de su superficie forestal original.
Y leyendo encontré que Haití quiere decir 'Tierra de montañas'.
Jean-Bertrand Arístides fue el primer presidente elegido democráticamente en la isla.
Se identificaba con la Teología de la Liberación.
Fue derrocado por EEUU de George Bush, en el 2004, a través de un golpe de estado.
*** *** ***
También me pregunté que son las maquilas.Las maquilas o maquiladoras, son plantas industriales que se establecen en un pais con capitales extranjeros.
Empresas norteamericanas -dice un escrito de un diario español- controlan las maquilas haitianas y se las ha denunciados por ser antros de explotación, incluso muerte; allí se trabajan 70 horas semanales, pagan la mitad de lo establecido y existe mucha explotación infantil.
Por supuesto no respetan la naturaleza.
Hoy sólo queda el 3% de su superficie forestal original.
Y leyendo encontré que Haití quiere decir 'Tierra de montañas'.
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