Teoría de la involución

Los monos subían y bajaban, por los troncos de las palmeras, recorriendo sus veinticinco metros, hasta dar con el coco que habrían de comer.
Lo hacían con la impasible paciencia animal, sin tener en cuenta el tiempo que les llevaba la faena.

Hace unos días ocurrió un hecho súbito, inesperado.
Un mono ascendió hacia el fruto a toda carrera y bajó a toda velocidad –que bien lo puede hacer si quiere, dirán ustedes- pero esa inolvidable mañana selvática aquel mono intentó ganarle a otro nada más que por una cuestión competitiva no ya para asegurarse el alimento.
Dejó el fruto en el suelo –que al fin y al cabo no le importaba- y se golpeaba orgullosamente el pecho.

Unos días después otro antropoide, enterado del hecho, apareció en la selva con una cámara y filmó la competencia sobre quien subía y bajaba más rápido con un coco.

La tecnozoología que avanza tan rápido y no da tiempo para comprender, hizo que esa filmación llegue en vivo a distintos lugares de la húmeda fronda donde otros monos observan como unos cuadrumanos –lejos de ellos- suben y bajan por los cocoteros para ver quien gana.
Ahora, los monos en lugar de dedicarse a los quehaceres propios de la vida natural, han comenzado tomar partido por un mono u otro; y en lo claros y oscuros de la espesa floresta no se habla de otra cosa.

Como ya hay muchas horas de filmación, el primate editor de tales películas ahora emite por televisión, los tropiezos y caídas de los monos en su esfuerzo por subir más velozmente a los árboles. En la selva, frente a las pantallas, explota la risa de los macacos espectadores.

Es imposible que analicen lo que están viendo, porque se sospecha que mucho criterio crítico los simios no tienen.



Fue un momento triste en el largo camino que ha recorrido la especie, porque ese día los monos perdieron su innata agudeza y la antigua amistad que por siglos mantuvieron con la naturaleza.

Ese día descendieron al nivel del hombre.

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No recuerdo donde leí en una sola frase la idea de un mono filmando a sus congéneres.
Aquel breve texto con el que dí hace años, es la génesis de este, sucinto, relato.

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Para algunos puede resultar incomprensible, pero no es tan difícil vivir sin pisar al otro, sin herir al otro, sin robarle al otro, sin agredir al otro.
Mejor aun si subimos a lo alto de la palmera y luego compartimos el fruto con el otro.
La sociedad competitiva actual no me va.
Cuando se exacerba el individualismo, nos olvidamos del otro.
Para la superación el único rival es uno mismo.

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