Mi Colegio

Este año mi escuela secundaria, el Comercial Nocturno de Villa Regina (hoy Cem 83) cumplió 50 años.
Fuimos cuatro los locutores que estuvimos cargo del acto: Eugenia, Carlos, Gustavo y yo, todos gente radio y exalumnos del Colegio.
Me tocó abrir. Dije,

‘En la muy respetable revista ‘Nature’ apareció a principio de este año, una noticia dando cuenta que se ha descubierto una molécula que le dieron el nombre de ‘Zip’, que tiene la capacidad de quitar todos los recuerdos.
Algo así como una goma de borrar la vida.
Ustedes saben, si lo dijéramos en palabras de Borges, la vida es la memoria de lo vivido.
O, a decir de Saramago, somos la memoria que tenemos.

Hace dos años que me fui de Regina.
Aquí quedaron las bardas, el río, la casa de mi infancia, la casa donde se criaron mis hijos; la Escuela 58 en el antiguo edificio, hoy Museo, donde una lejana mañana terminé la Primaria, esperé el tiempo suficiente para que el sol se ocultara por occidente, y cuando el manto de sombra dejó sin luz el patio de tierra de la vieja escuela, crucé la calle y comencé el Secundario en nuestro querido Comercial Nocturno.

La ciencia avanza, y está bien que así sea. Pero no seré yo quien pague ninguna amnésica partícula que me borre los recuerdos de lo que he vivido.

Alguien podría decir que no lo hago porque no tengo dinero, lo cual sería una verdad tan absoluta como que tampoco mi mutual me cubriría semejante servicio.

Lo que sí puedo decirles con absoluta seguridad, con auténtica sinceridad, es que, lo que no tendría sería corazón para borrar de mí, ni esta barda ni este río.
Ni la casa de mi infancia, ni la casa con patio donde, vimos con Luisa, correr la otra infancia, la de nuestros hijos.
De dónde podría sacar coraje para borrar de mí, el antiguo patio de la Escuela 58, donde nuestra niñez corría feliz por sus recreos, envuelto en el aroma húmedo de los carrizales que nacían a orillas del Salado.

¿Cómo voy a permitir que se vayan de mí, aquellos seis nocturnos años del Comercial, cuando la sangre bullía bajo la luna de la mocedad?
Cuando corríamos por el puente de la metamorfosis para alcanzar (hoy me doy cuenta) demasiados apurados, la otra orilla: el territorio del adulto que después fuimos.
Cuando forjamos la amistad nacida en el silencio de los bancos del colegio, en el humor mordaz de la juventud, en la pavura compartida de los exámenes.
Si sólo tuviera que hablar de mis compañeros, en una amistad probada en décadas, que no necesita de la frecuentación, y confirmada hoy, porque estamos todos, 41 años después de habernos recibidos, para rendir tributo a la relación que nos une, y a esta otra franca estima que tenemos por la Escuela, generadora de nuestra amistad.
Que es en definitiva el mismo sentimiento de Ustedes con nuestro Colegio.

¿Cuánto gesto descortés, cuánto aire desatento, habría que tener para no rendir tributo a una casa que para muchos de nosotros fue un cambio de destino?

No soy de jurar, porque nada hay más incierto que el futuro, pero hoy, aquí, esta noche, entre nosotros, en voz baja, me atrevería a decirles:
Lo que anda conmigo en el corazón, palpitará conmigo mientras viva.
Molécula borradora de recuerdos ¡jamás!
Se lo juro ¡por el Comercial Nocturno!’.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Desembarco de los Treinta y Tres Orientales

'La palabra amenazada' II

Morriña del terruño