Cándido López

Lo conocimos hace mucho.
En los viejos manuales escolares cuando, junto a los textos de la Guerra de la Triple Alianza, aparecía una reproducción de sus alargadas pinturas donde con un verde y bello Paraguay de fondo se movía un batallón que parecían soldaditos de plomo.

Se había iniciado a temprana edad, como pintor y fotógrafo retratista.
Lo común de quienes abordaban la pintura en nuestro país en el siglo XIX, era que tomaran clase con algún artista europeo y luego, mediante una beca, se perfeccionaran en Italia.
No fue el caso de Cándido López, quien desarrolló su carrera, fuera del circuito del arte argentino.
Fue muy tardíamente correspondido.
Cuando se lo mencionó en el libro ‘El arte de los argentinos’ de José León Pagano en 1940, comenzó un muy lento reconocimiento.
Para los críticos, sus pinturas tenían más valor documental que artístico.
En 1963, sus familiares entregaron al Museo Nacional de Bellas Artes, una colección de sus cuadros de batallas.
El organismo tardó cinco años en decidir la aceptación.
Recién en 1971 el Museo las presentó públicamente.
La exposición fue un éxito.
Hacía casi 70 años que el pintor había muerto.

Cándido López nació en el barrio de Montserrat, en Buenos Aires, el 29 de agosto de 1840.

La experiencia del fotógrafo adiestró al pintor: sus encuadres, su forma de relato, su interés en el detalle para copiar la realidad.

Estaba en San Nicolás de los Arroyos cuando Brasil, Argentina y Uruguay entraron en guerra con el Paraguay.
López se enrola en el batallón de voluntarios de San Nicolás. Tenía 25 años.
Mitre había firmado un tratado secreto con el imperio de Brasil y eufórico había dicho que en tres meses tomaban Asunción. La guerra se extendió hasta 1870.
El pintor participó de varias batallas en el año y medio en que estuvo en Paraguay.
En septiembre de 1866, en Curupaytí, una granada le hirió la mano derecha.
Fue llevado a Corrientes, donde le amputaron el antebrazo para evitar la gangrena.
Poco antes de cumplirse un año de la operación le regaló a su médico una pintura ejecutada con la mano izquierda.
El soldado no podía ocultar al artista. En Paraguay hizo croquis, tomó notas, detalladas descripciones, que luego utilizó, en sus características telas horizontales, una vez instalado en San Antonio de Areco.
Insisto que autoeducó su mano izquierda para pintar las maravillosas obras que conocemos.
Se cuenta que para el ciclo de la Guerra elaboró noventa bocetos, de los cuales pintó alrededor de cincuenta óleos.
Realizó una serie de naturalezas muertas con el pseudónimo Zepol, invirtiendo su apellido.
Hay quienes dicen que sus contemporáneos Ernesto de la Cárcova y Juan Manuel Blanes (el pintor de Urquiza) tenían influencias del viejo continente. Cándido López fue un documentalista auténticamente argentino.

Fue un artista como su nombre lo indica.
Nunca se consideró un pintor profesional.
Trabajó con admirable modestia pero con afianzada entereza sus históricas telas del Paraguay.

Falleció el 31 de diciembre de 1902.



‘imageandart.com.ar’
‘malba.org.ar’
‘Guía Visual de Pintura y Arquitectura’-Editorial Amereida-1997-Santiago de Chile’

*** *** ***

El realizador argentino José Luis García, estrenó en marzo del 2006 ‘Cándido López, los campos de batalla’.
El director ha dicho que la película es un ‘road movie’ que sigue el camino hecho por este creador viajero, llamado Cándido López, con vida de bohemio, con ‘sensibilidad artística y que termina enrolándose en una guerra’.
Luego fatalmente cuenta el horror de esa guerra, donde tres naciones, en cinco años, aniquilaron no sólo el ejército enemigo sino la población masculina del Paraguay. El genocidio tripartito no dejó vivo ‘un solo paraguayo de más de diez años’ como se ufanaba el presidente Sarmiento.
García dice que su película no es como los documentales de la National Geographic, sino una crónica histórica de viaje, y la información se va armando con el tránsito mismo.
Como se narra el viaje de López y el viaje de los protagonistas del documental, el espectador tiene la sensación de ser él también un viajero.
García dice que durante el rodaje se dio una metáfora de la guerra ya que parte del equipo de filmación, por compromisos personales, fue retornando a Buenos Aires. Como el pueblo paraguayo, se fue diezmando.
El film cuenta una guerra imperial contra un país latinoamericano.
Como está contado en tiempo presente, ‘un sentimiento de pérdida impregna al espectador, como si esa guerra se siguiera perdiendo hoy’.


‘Diario Página 12’





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