Ernesto de la Cárcova

Se muy poco de pintura desde el punto de vista técnico.
Ello no me ha privado de haber visitados muestras, museos o exposiciones de diversos pintores. Y disfrutar.
Mi afición por la fotografía me ha llevado, al menos, a intentos de elucidación para la lectura de las obras, ya que la fotografía, el dibujo y la pintura, como trabajos iconográficos, tienen algunos componentes básicos que le son comunes, en la tarea de creación, a partir de la composición, líneas, puntos visuales, colores.
Ese escaso conocimiento me permite observar pinturas –llamémosle así- tradicional, no pudiendo pasar más allá del impresionismo, excepto con ayuda.

Una obra que siempre me ha impactado, me ha conmovido, es ‘Sin pan y sin trabajo’ de Ernesto de la Cárcova.
La he visto he reproducciones.
No pierdo la esperanza de ver un día el original, que actualmente está expuesto en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires.

Entre el final del siglo decimonónico y el principio del siglo pasado, nacía la Argentina moderna.
Las transformaciones económicas trajeron paralelamente severos problemas sociales.
Los artistas no estuvieron ausentes de las denuncias.
La pintura de nuestro país giró hacia el arte social.
Así surgieron ‘La sopa de los pobres’ de Reinaldo Giudici de 1884, ‘El despertar de la criada’ de Eduardo Sívori de 1887 y en 1894 de la Cárcova pintó ‘Sin pan y sin trabajo’.
Era obras que reaccionaban contra el academicismo, no sólo por la técnica sino por el tema.

En un país rico como la Argentina, empobrecido a fuerza de malas administraciones o corrupción, hemos vivido de crisis en crisis, con pocos días soleados de buenas economías para los más.
Ello hizo que siempre tengamos gente sin trabajo y por tanto pobre.
Hoy por hoy, en nuestro país, estamos llegando nuevamente casi a la mitad de la población en esas condiciones.

De ‘Sin pan y sin trabajo’ (1894) lo críticos han dicho que el naturalismo del pintor proviene de la escuela italiana.
Eran tiempos en que se consideraba que el arte debía ser útil, y servir a la moral y al Estado.

De la obra, por mi parte, me cautivan los extremos.
El contraste de las blancas luces y las negras sombras.
Sus telas fueron mucho más luminosas en los últimos años de su vida.
En el lienzo veo opuestos en la situación límite en que los personajes viven.
Por un lado la inocencia del bebé, por el otro, el puño cerrado que la sangre del hombre crispa de impotencia.
El hacha brillando en la mesa, que aquí no me parece una simple herramienta inerte, sino un arma amenazante que contrasta con el pálido y desnudo pecho de la mujer que, así desnudo, es por tanto más vulnerable.
Observo ese pecho seco en leche y no puedo dejar de recordar a Miguel Hernández.

‘En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Una mujer morena
resuelta en luna
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna’’

Don Ernesto Sábato alguna vez dijo –con más poéticas palabras- que si un día ocurriera una catástrofe, una vez asentado el polvo del drama, el hombre saldría para volver a construir el mundo y la mujer se levantaría para rehacer su casa.

En ‘Sin pan y sin trabajo’ el hombre mira hacia fuera, hacia un exterior donde le fue negado, a él, que todavía se lo ve fuerte, la posibilidad del trabajo, pero de donde también proviene la única luz de esperanza.
La mujer, ensimismada, vela hacia adentro, preocupada en salvar su hogar.

Cada vez que veo ‘Sin pan y sin trabajo’ me envuelve la ira o la tristeza.
Me duele que el tiempo pase y de la Cárcova siga siendo tan actual como en el final del siglo XIX.
Para nosotros, pintó un instante y una eternidad.
Siento que su pincel muestra un costado ancho y doloroso de Argentina y de América.
Se pueden cerrar los ojos a la realidad o abrirlo a los muchos entretenimientos mal entendidos que ofrecen los grandes medios, pero los ‘sin pan y sin trabajo’ están al lado nuestro y ya son demasiados en este subcontinente como para que nos sintamos vergüenza.

En 1906 Eduardo Scchiaffino compró, a su cargo, para el Museo de Bellas Artes ‘Sin pan y sin trabajo’.

De la Cárcova estudió en Escuela estímulo de Buenos Aires. Viajó a Italia para perfeccionarse.
En 1891 una obra suya ‘Cabeza de viejo’, un cuadro al pastel expuesto en Turín fue adquirido por el Rey Humberto I de Italia para el Palacio Quirinal. El artista tenía 24 años.
Regresó al país reconocido.
Aquí se dedicó a la enseñanza de su arte.
Fundó, en 1921, la Escuela Superior de Bellas Artes, que en su carácter de arquitecto, diseñó y remodeló en el antiguo edificio de lazareto que le fue asignado.
Participó en la organización o dirección de:
- La Academia Nacional de Bellas Artes
- El Museos de Calcos y Esculturas Comparadas.
- Patronato de becados en el extranjero.
- Los Premios a la Buena Arquitectura.
- además de haber tomado la iniciativa de adquirir obras destinadas al embellecimiento de la ciudad.

Fue galardonado con el Premio de Honor en Saint Lois (EEUU), recibió Medalla de Plata en París, la presidencia de Francia le otorgó la Legión de Honor en el grado de Caballero, Medalla de Oro en la Exposición del Centenario en Buenos Aires, Primer Premio en el Salón Nacional de 1914.

En política formó parte del germen que dio origen al Partido Socialista en nuestro país.
El 4 de julio de 1894 un grupo de obreros que habían se constituido como ‘Agrupación Socialista’ abrió un local en la calle Chile 959 de la Capital.
Entre los miembros de esa agrupación se contaban el escritor Roberto Payró, los pintores Scchiaffino y de la Cárcova y el médico Juan B. Justo.

Ernesto de la Cárcova, que había nacido en Buenos Aires en 1866, falleció el 28 de diciembre de 1927.



‘Guía visual de pintura y arquitectura’-Editorial Amereida-Santiago Chile-1997.
‘Enciclopedia de Artes Visuales’ Planeta-Barcelona-2007.
‘elmurocultural.com’.
‘iuna.edu.ar’.

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