CASA DE NERUDA I
LA CHASCONA

Estuvimos en Chile.
Visitamos las tres casas de Neruda administradas por la Fundación Pablo Neruda.
Comenzaré hablando de la Chascona ubicada en Santiago.
En sucesivas entregas lo haré de la Sebastiana (Valparaíso) e Isla Negra.

Chascona es nombre quechua que en Chile refiere a cabello enmarañado, como lo tenía Matilde Urrutia.
‘Me falta tiempo para celebrar tus cabellos’ escribiría el poeta.
Neruda comenzó a construirla en 1953 para enmascarar su furtiva relación con Matilde. Cuando su esposa Delia se enteró del vínculo, se quedó a vivir en Michoacán de los Guindos, hoy museo dedicado a ella.

La Chascona se levanta en una de las laderas del cerro San Cristóbal, en el barrio Bellavista de Santiago.
Germán Rodríguez Arias, el mismo arquitecto que tuvo a su cargo la obra de Isla Negra se encargó de la Chascona.
Neruda fue un arquitecto nato, dice su biógrafo Volodia Teitelman. Siempre estuvo embarcado en construir casas. Las alhajó conforme a su gusto y personalidad.
Comenzó a levantarla con el dinero del Premio Lenin de la Paz (1953). Así como ‘La Manquel’ en la Normandía francesa la compró con lo obtenido del Premio Nobel (1971).
Su personaje de la infancia fue la lluvia. En la Chascona quiso reconstruir su niñez.
‘Tienen mi edad estas maderas’.
Aquí no sólo está Neruda sino aquel Eliécer Neftalí Reyes Basoalto de la Araucanía chilena.
‘Soy de las viñas negras de Parral, del agua de Temuco’

Se ingresa a una tienda. Por una escalinata se llega a uno de los bares y la terraza externa.
El bar principal es angosto, con techo bajo, decorado con madera tallada, emulando el interior de un barco. La barra es una tabla que proviene de un buque francés.
Le cautivaban los barcos pero no le gustaba navegar. ‘Soy marinero de tierra firme’.
En el ambiente hay botellas-objetos de diversos colores. En las paredes cuelgan cuadros con imágenes de sus amigos.
Sigue un comedor con techo abovedado. Otra vez la evocación de nave. Una gran mesa está puesta con vajilla inglesa y cristalería de colores.
Por una disimulada puerta, ascendimos a la planta superior a través de una angosta escalera caracol para acceder al comedor diario. Aquí está la mano de Matilde, pues en el centro hay una mesa redonda de estilo pop que tanto le atraía.
Luego pasamos al estudio del poeta. La tapa del escritorio es material que proviene de un antiguo barco. Sobre el mueble hay un ejemplar de ‘Los versos del Capitán’, aquel libro secreto que Neruda publicó con seudónimo, dedicado a Matilde. Una nota de la dueña de casa ruega “Por favor no robarse este libro, es lo más valioso que tengo”.
En el dormitorio de los invitados retorna la decoración de Matilde: en las paredes hay fotografías al estilo pop de los años sesenta.

Pasamos a otro patio, y otra escalinata nos lleva al gran living de forma redondeada. ‘Como un faro’ dice la guía. Hay obras de Siqueiros y Picasso, entre otros. Muchas pinturas desaparecieron en los saqueos tras el golpe militar de 1973.
Llama la atención un cuadro de Diego Rivera. Matilde aparece duplicada, tiene dos caras, una como amante secreta y el rostro público tras el casamiento. Entre el abundante cabello de Matilde,  surge la silueta de un Neruda oculto.
Se vuelve a subir. Ahora al dormitorio de la pareja. El piso es de crujiente madera y las lámparas replican fanales de barco.

Desde el tercer patio se ingresa al bar de verano. Se pasa a la biblioteca que fue totalmente arrasada en el 73. Hay más cuadros, muñecas rusas. Aquí están las distinciones recibidas por Neruda, entre ellos el Premio Nobel de Literatura, el Premio Lenin de la Paz, la Legión de Honor.

Estamos saliendo. Pasamos por una pequeña sala en cuyas paredes hay remotos mapas holandeses de navegación. Aquí lo que nos detiene y conmueve son las fotografías de la casa arrasada en el allanamiento militar.

La Chascona queda lejos del mar. Por lo que el poeta mandó a construir, aprovechando un arroyo que baja de la ladera, una cascada que termina en un canal. Puso agua discurriendo en el patio.

Mientras Pablo estaba internado,  los vándalos obstruyeron el canal, inundando todo el primer piso.
Neruda murió el 23 de septiembre de 1973. Pocos días después del golpe militar chileno.
A pesar de los estragos, el velatorio se realizó en el living de un piso superior de la Chascona.
Entraron por el portón de servicio. Un vecino trajo tablones para poder cruzar el agua.
‘Con la ayuda de amigos y vecinos, entró Pablo a su casa, después de muerto’ sostiene Matilde en su libro ‘Mi vida junto a Pablo Neruda’.
Tenemos que barrer las cosas rotas y los vidrios, dijo alguien.
Matilde decidió que no. ‘Así es mejor. No barran ni hagan nada’.
Los periodistas del mundo registraron el hecho.
Las exequias estuvieron rodeadas de metrallas pero fue la primera batalla póstuma del poeta dice Hernán Loyola en ‘Pablo Neruda Antología General‘ editada por la Real Academia Española de Letras.


Tras los graves daños en la Chascona, Matilde refaccionó todos los objetos de la casa, menos un reloj que sigue marcando la hora del día de 1973 en que los militares destruyeron el hogar.

En la Chascona no permiten sacar fotografías en el interior de la casa.

Más que las fachadas ostentosas, le interesaban los ambientes interiores, íntimos.

‘He edificado mi casa como un juguete y juego con ella de la mañana a la noche’ (Confieso que he vivido).

Las interminables escaleras siguen la línea aérea de la ladera.

‘He aquí levantada la casa Chascona con agua que corre escribiendo en su idioma’ (poema La Chascona).

 ‘La noche encontrada por fin en la nave que tú y yo construimos’.

 Aquí está Neruda y de alguna secreta y modesta manera estamos también nosotros, los que tenemos al poeta incorporado desde la lejana época de la mocedad.

Las casas fueron víctimas del golpe militar del 73. Se dice que las tres murieron y las tres resucitaron.

 Quería su niñez en la casa.

‘Cuando se abra la puerta entrará el aroma y la madera dura de los bosques de Temuco’.
 ‘Le atraían las vetas y las arrugas de la madera como los misterios de las piedras que iban a servir para la caprichosa edificación del poeta’ revela Teitelboim.

Por aquí discurría el agua del arroyo de la ladera. La artificial cascada descendía por la pared hasta encontrar abajo el pequeño canal del patio.

 Desde la Chascona se puede observar la formidable y omnipresente cordillera.

 Los cuerpos de  la casa se vinculan mediante tres patios.

La Fundación guarda los cuadernos y papeles del poeta en bóvedas blindadas, con temperatura y humedad controladas.

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