Carlitos

Los amigos no dan quebrantos.
La vida sí.
Por usar el posesivo de Miguel Hernández en circunstancia similar,
diré que se me ha muerto Carlitos Rampellotto.
Para decir desde cuando veníamos juntos en la vida con Carlos,
siempre he hecho referencia a una antigua frase
que hoy no funciona porque, por suerte, no existe el servicio militar obligatorio.
‘¿Si nos conocemos? ¡Hicimos todo el secundario y la colimba juntos!’
En efecto, con Carlitos(el nombre con que lo identificamos en aquella lejana juventud)
hice los seis años del Comercial Nocturno de Regina.
No es lo mismo lo que atan seis años en cualquier momento de la vida,
que esos seis años que van del niño al hombre.
Por si fuera poco, fueron nocturnos.
Se me antoja que no es lo mismo la experiencia vivida
a plena luz del día que seis años de noche.
No estábamos juntos siempre.
Nos encontrábamos a intervalos.
Fue una amistad que no requería de la frecuentación.
Pero como cualquier existencia de la naturaleza, uno sabe que está ahí.
Nunca nos necesitamos más que para seguir alimentando
aquella amistad juvenil.
Nunca tuve un entredicho con Carlos. Jamás.
Considero que si desde el fondo de la relación,
esa historia ha sido escrita con una caligrafía,
sería raro, si hay respeto, que el relato cambie de letra.
Esta página se ha terminado
sin ninguna mancha, sin ningún borrón.
Si como dice Borges
sólo son nuestras aquellas cosas que alguna vez lo fueron,
mi historia de amistad con Carlitos,
es algo que pasa a ser ahora definitivamente mía.
Hay un poema de Neruda
en el que le reconoce a su amada
el haberlo querido cuando él estaba caído.
Puedo aplicar esa idea en relación a Carlitos.
En un país que ha tenido, en algún costado, el prurito de ser blanco,
ser morocho y pobre hizo que en los años de la adolescencia
hubiera gente que a uno lo negara o lo ignorara.
Carlitos, como los demás compañeros, me aceptó
con todos mis defectos y todas mis carencias.
Lo recuerdo, siempre lo recordé, defendiéndome, sin que se lo pida,
ante quien me atacara de hecho o de palabra.
En el servicio militar fue otra vez el amigo paterno que me cuidaba.
En el período de instrucción, nos cargaban a todos
con la mochila, el fusil y a la pista de combate.
El peso de la mochila no era el mismo para los más grandes físicamente,
que para mí, que siempre fui el primero de la fila.
Cuando había que trepar, saltar, arrastrarse, hacer equilibrio;
Carlitos siempre al lado mío, sin que se lo pida. Cuidándome.
La amistad exige darse. No es egoísmo.
Carlos era solidario.
No me extraña el papel de su hija trabajando por los que menos tienen.
Liliana fue su novia del secundario y luego su mujer de toda la vida.
Si los años de la mocedad son la patria del hombre,
por la geografía de mi vida transita Carlitos con su humor a flor de piel.
Su picardía, sus ocurrencias, que nos hicieron reír tantas veces.
En la etapa estudiantil los referentes suelen ser los mayores.
En nuestro caso también lo fue.
Pero Carlitos, siendo uno de los más chicos, era el líder
a partir de su humor, de su solidaridad
y porque era y siguió siendo el que nos unía.
‘¿Che, cuando nos juntamos?’
Nos recibimos en 1968.
A Miguel lo perdimos por años y años.
A Carlitos, un buen día, se le ocurrió que teníamos que encontrarlo.
A la manera de un cuento de Dolina,
durante meses y meses recorrió el país llamando por teléfono, preguntando por él.
Después de un par de años de incansable búsqueda el destino lo premió.
‘Mañana llega Miguel, de La Plata. Nos juntamos en casa’.
Carlos, digo tu nombre, y me pones cerca todas las cosas de la vida.
Te nombro y nos acercas a nosotros mismos.
Ahora te has ido pero no te perderemos.
Ahora es tiempo de lágrimas.
Ya te veo, en algún lugar del ancho cielo, riéndote de mí.
Con el tiempo, seguirás haciéndonos reír. Como siempre.
‘Hay gente que con sólo decir una palabra
Enciende la ilusión y los rosales,
Que con sólo sonreír entre los ojos
Nos hace recoger toda la magia.
Hay gente que con sólo dar la mano
Rompe la soledad, pone la mesa,
Llega hasta todos los límites del alma,
Alimenta una flor, inventa sueños,
Y se queda después como si nada’
(‘Gente’-Hamlet Lima Quintana)

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