Me jubilé
La vida tiene innumerables estaciones, infinitas
llegadas.
Luego de un largo recorrido he llegado a este
anhelado puerto. En este andén me bajo. Toco felizmente tierra.
Me he jubilado.
Comencé la actividad a los quince años cuando entré
como cadete en el Municipio de Villa Regina. A los dieciocho me empezaron a
descontar jubilación y me convertí en ordenanza. Terminé el Comercial Nocturno.
Me tocó el servicio militar en Las Lajas (Pcia de Neuquén). ‘Cumplí con la patria’ se decía, como
si trabajar y hacer el resto honradamente no fuera cumplir con la sociedad. Al
retornar a la Municipalidad, ya con el secundario completo, me pasaron a Contaduría.
Ese mismo año me anoté, posiblemente sin pensarlo mucho, con unos ochenta
aspirantes para ingresar como locutor en LU16, las vacantes eran pocas, pero el
destino me tenía elegida esa tarea. Fui locutor durante de veinte años.
El golpe militar del 76 me tuvo a mal traer. Casi
pierdo el trabajo de la radio. En el Municipio las cosas no estaban mejores,
poco después tuve que renunciar de la noche a la mañana.
Me puse los pantalones de vendedor callejero, fui
empleado en un banco que hoy no existe y en 1980 mediante un concurso abierto
ingresé al Poder Judicial donde trabajé treinta y cuatro años,
Excepto en los últimos años, siempre tuve dos o
tres tareas a la vez. Llevé contabilidades, sueldos, por espacio de 14 años
hice fotos y videos.
Ahora, cincuenta años después de aquella lejana primavera
en que ingresé como cadete, me jubilo. Es un júbilo.
La palabra jubilar viene del latín ‘jubilare’.
Originalmente era un verbo de la lengua
‘vulgata’ haciendo referencia a los gritos o silbidos que los campesinos usaban
para comunicarse o arriar los animales. En lengua griega jubilare significaba
lanzar gritos de alegría, algarabía, ruidoso jolgorio. El vocablo pasa al uso
de la iglesia cristiana y se transforma en jubileo, celebración basada en una
tradición judía por la cual el papa concedía cada 50 años indulgencia de todos
los pecados. De allí la voz se traslada al uso profano de la actividad laboral,
que establecía el período de medio siglo para poder retirarse del trabajo.
La hora de salida del Juzgado es la una y media de
la tarde.
El pasado 28 de febrero, mi último día de
actividad, S. me dijo ‘13:30’. Las
agujas marcaban, sin saberlo, el final de tantos años.
Fue un día especial.
Los compañeros de trabajo, la despedida, los besos,
los abrazos, alguna lágrima, el brindis, el mutuo deseo de que la vida siga
bien.
Gente que, con un gesto que destaco y agradezco,
fue a saludarme al trabajo.
Tal vez porque todavía somos pueblo, hubo gente que
aun sin ser de trato habitual me ha saludado y deseado lo mejor, por teléfono o
en la calle.
Llego a casa. Otra vez la emoción. Luisa y los
chicos que me esperaban, me fundieron en un abrazo.
Sobre la mesa una encomienda que en la mañana había
llegado de Puerto Madryn. Una caja enorme como el amor de nuestra primera y
bella nieta postiza.
No puedo dejar de pensar que son los demás los que
hacen grande la vida de uno.
Diego (mi hijo que está bailando con Iñaki Urlezaga) me llama desde La Plata.
Por la noche, fuimos al Teatro Español de Neuquén.
Un par de semanas antes me había llegado al trabajo un
mensaje donde Gracielita, mi hija menor, me invitaba al primer concierto del
ciclo 2014 de la Orquesta de la Fundación Banco Provincia de Neuquén, donde
ella es primer violín. ‘Es por tu jubilación’ me decía entre broma y verdad.
El largo día no se podría haber cerrado mejor. El
programa incluyó Debussy, el concierto Nro 3 de Brandenburgo de Bach y la
Sinfonía Nro 1 de Brahms.
Fatalmente relacioné la música con lo que ese día estaba
viviendo. En un momento en que los violonchelos y los contrabajos imponían sus graves
voces y los timbales golpeaban como un trueno anunciador de tormenta, me fui a
los años en que la dictadura me hizo perder uno de los trabajos, y cuando el
sonido de la flauta traversa volaba con tenues alas sobre el teatro pensaba que
el trabajo, sólo el trabajo, fue lo que me permitió tener la casa, los libros,
la música, los viajes y sostener esta familia maravillosa que a su vez me
sostiene.
Gracias a mis queridos compañeros de trabajo, que
hoy son mis amigos.
Gracias a todos los que directamente o
indirectamente me ayudaron a lo largo de la vida laboral.
Robinson Crusoe sólo existió en la mente de Defoe,
el hombre solo no puede nada, la vida del hombre es porque están todos los
demás.
Gracias a todos.
Carlos.
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